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El arte de vivir

Por: Luisa Peñaranda

Mi nombre es Luisa Peñaranda, soy artista plástica y vivo en el barrio el Tunal desde hace 22 años. Tengo una hija maravillosa, quien tiene 28 años y recibió su grado como abogada en el año 202. Al finalizar el mes de julio del 2021, recibirá el grado en la especialización en derecho administrativo. Quiero comentar que, para poder pagar sus estudios, realicé numerosas actividades entre ellas rifas, exposiciones de arte y algunos créditos con el Fondo de empleados de la entidad donde laboraba en ese momento; así como el ahorro de mis prestaciones sociales.

Por otra parte, a lo largo de mi carrera artística he tenido la oportunidad de participar en diferentes exposiciones de arte entre las que tenemos la Galería La Balsa, el Teatro Jorge Eliecer Gaitán y la Galería Cano entre otras.  También he participado en diferentes convocatorias artísticas dentro del Programa de Estímulos de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

El arte de vivir

Autor Luisa Peñaranda

Lugar Bogotá

Duración 14:57

Fecha de realización 2021

Una de las circunstancias que me ha marcado es el hecho de que soy una persona en condición de discapacidad. He de comentar que para mi rehabilitación me han practicado 22 cirugías en ambos pies, lo que ha traído como consecuencia que tenga osteoartrosis degenerativa; situación que me ha obligado al uso permanente de férulas y muletas. En ocasiones el dolor es tan fuerte que me obliga a dejar mis actividades cotidianas y realizar una pausa, mientras me recupero. Cuando esto sucede tomo un esfero y empiezo a dibujar un animal en mi pie, imagino que es una culebra o un alacrán quienes me está oprimiendo y me producen tal malestar.

Es importante precisar que soy una mujer activa laboralmente, dado que desde los 21 años he trabajado en entidades del estado, en las que he tenido la fortuna de participar en las convocatorias realizadas por la Comisión Nacional del Servicio Civil y actualmente laboro en una entidad del Distrito desde hace dos años y medio.

Es así como durante el año 2020, nadie imaginaba que nuestras vidas cambiarían abruptamente y que con ello lo que nos parecía normal como el desplazarnos por la ciudad libremente, o tomar un café con un amigo, se vieran limitadas por la pandemia. Recuerdo el último fin de semana que nos despedimos con las compañeras, pensando que el lunes siguiente continuaríamos con nuestra vida cotidiana, pero no fue así. A partir de allí no somos las mismas.

Desde ese lunes de marzo he permanecido en casa con mi hija, hemos aprendido a conocer a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros jefes, a los compañeros de la universidad, sin verlos. Es muy gracioso porque de tanto escucharnos en reuniones y en la cotidianidad de nuestros trabajos sabemos quién nos cae gordo o es acepto a nuestras afinidades.

Ha sido un tiempo extraño y extraordinario, porque me ha permitido compartir con mi hija y conocernos un poco más, dado que antes del tiempo descrito nos cruzábamos en los horarios y no teníamos tanto tiempo para disfrutar de nuestra compañía.

Es importante mencionar que una parte importante de nuestra convivencia es la distribución de las tareas en el hogar. Como lo mencionaba anteriormente mi salud ha menguado, por lo que no me es posible realizar los oficios más gruesos de la casa y a cambio me dedico a las labores culinarias que de por sí son un placer para mí. En mi fuero interior he hecho un pacto conmigo misma, en el sentido de que mientras ella viva conmigo, prepararé los mejores platos que agraden su paladar, con el objetivo que el día que ella deje el hogar; siempre recuerde que, en su casa, la espera un chocolate caliente o un plato de comida preparado con todo el amor.

Actualmente trabajo en el Concejo de Bogotá, me desempeño como Auxiliar Administrativo, en el área de Bienestar Social; en ese momento trabajaba en el área de Bonos Pensionales. Durante ese tiempo se evidenció acoso laboral hacia mi persona por parte de mi jefe y mi compañera de trabajo, quienes a través de sus acciones hicieron ver ante los demás funcionarios que mi trabajo era mínimo, tanto así que se me estigmatizaba en las reuniones con comentarios desobligantes, tanto en presencia como en ausencia.

La persecución fue tanta que tuve afectaciones en mi salud, tanto que me fueron diagnosticadas hernias discales en el cuello, así como la aparición de nódulos en la tiroides, sin contar con el estado de depresión que me obligaba a llorar en todo momento y sentir que cada vez que encendía el computador para conectarme a la oficina encontraría un mensaje desobligante de parte de mi jefe.

Todo lo anterior en realidad no solo me afectaba a mí, sino también a mi hija, quien percibía todo lo que me sucedía y se sentía impotente al no poder tomar partido, pues ella se daba cuenta que era mi compañera quien había indispuesto a mi superior contra mí, por razones que solo ella conoce.

Es importante precisar que durante todo ese tiempo, tuve la compañía de una amiga de la oficina Aleya Moya, quien me escuchaba en todo momento y secaba mis lágrimas con sus dulces palabras, que me reconfortaban; no imagino como hubiera sido mi situación más gravosa si no hubiera tenido su compañía.

Finalmente, y con el fin de defender mis derechos como persona en condición de discapacidad y funcionaria pública puse una queja al Comité de Convivencia lo que obligó al jefe a ofrecerme disculpas delante de los miembros que lo componían. No es que sienta que ello sea una victoria, pero sí la reivindicación a mis derechos que como toda persona debiera tener y es el respeto y el reconocimiento a su labor.

En el mes de enero pedí mis vacaciones y tomé la decisión de solicitar traslado de dependencia y que maravilla me fue concedida y hoy disfruto plenamente de mi trabajo con una líder que me valora y respeta.

Quiero referirme al porqué estudio artes visuales y es el hecho de que quiero profesionalizar mi carrera como artista plástica; sin embargo, el hecho de que me enfermara de Covid, me retrasó el proceso académico que con tanto esfuerzo llevaba, sintiendo un deseo profundo por abandonar la Universidad, pero el hecho de contar con el apoyo y la motivación por parte de mi hija, me han permitido retomar el entusiasmo y reconocer que a pesar de las dificultades vale la pena continuar estudiando y así tener la satisfacción del deber cumplido.

Con el fin de complementar un poco lo descrito, presento una crónica fotográfica de un día en casa con mi hija y lo bien que la pasamos.

© 2021 Curso Antropología Visual - Docente Uliana Molano - Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD

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