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¿Cómo superar la pobreza y el rechazo social en medio de una pandemia en territorio extranjero?

Por: Jorge Mario Cruz 

Inicia el año 2020, y como todos también tuve la sensación de que sería un gran año, esa sensación que deja diciembre en cada colombiano, donde creemos que este año si se darán las cosas que soñamos y de la manera que la imaginamos.
En mi pueblo Sibaté, iniciamos el año con el cambio de administración municipal lo que aumentaba la sensación de expectativa para el 2020, para mí era el año en que llegaría después de tanta espera mi nueva hija Silvana, lo que me llenaba de gran emoción. ya habían pasado 13 años desde nuestro primer hijo y por fin las cosas se daban para el segundo. No fue fácil, la última semana de gestación todo se complicó y en la clínica el doctor me hizo la pregunta más difícil de mi vida “¿si debemos decidir por la vida de
alguna de las dos que hacemos?” jamás, jamás pensé que me preguntarían eso, sin embargo, agradezco a la vida que no debí responder ya que mi esposa y mi hija salieron muy bien libradas de todo.
Usted se preguntará que tiene que ver esto con el tema del Covid-19 y las transformaciones culturales.
Y la respuesta es TODO.

¿Cómo superar la pobreza y el rechazo social en medio de una pandemia en territorio extranjero?

Autor Jorge Mario Cruz

Lugar Sibaté Cundinamarca 

Duración 22 minutos 

Fecha de realización Noviembre 2020

Mientras yo vivía mi felicidad, tener una familia sana, dos maravillosos hijos, la oportunidad de un techo, un buen trabajo y continuar con mis estudios observaba cada día como miles de venezolanos llegaban a nuestro país, venezolanos de todas las edades.
Al principio se veía como una noticia más, sin embargo, al cabo de los meses cuando los primeros venezolanos llegaron a mi pueblo entendimos que era una situación real y que nos gustara o no debíamos sobrellevarla, se volvió recurrente el golpe en la puerta de personas pidiendo ayuda, o vendiendo dulces entre otras.
Al salir a la calle se veían familias en un andén compartiendo una gaseosa y un pan, lo cual resultaba muy extraño ya que en nuestro pueblo no ah existido nunca la indigencia.
Pasa el mes de febrero e inician las noticias de un virus que “puede acabar con la humanidad”, noticias de un murciélago en una sopa, y un sinfín de conjeturas que nadie veía como reales, así como los problemas de Venezuela, efectivamente en el mes de marzo Colombia se da cuenta que es real, el Covid llega a nuestro país.
Es un segundo todo cambia, absolutamente todo, entramos en pánico, el presidente toma decisiones que no todos apoyan, los gobernadores y alcalde inician su propia estrategia y entramos en una desestabilización de poder.
Por mi parte parecía que todo fuera un mal sueño, mi esposa está en casa con mis dos hijos, mi trabajo me permite cubrir los gastos para que ella descanse, es decir, solo yo debía salir de casa.
No era lo que llamarían una “pesadilla”, pero si nos preocupaba lo que pudiera pasar…
Sibaté es cerrado, para ingresar necesitabas permiso de la alcaldía de lo contrario no podrás entrar, parecía que, así las cosas, se mantendrían bien, sin embargo, a finales del mes de abril vemos el primer caso de Covid y a los 15 días esta persona fallece, de allí en adelante todo cambia, se cierran locales, se restringe la movilidad, se inician cuarentenas y otras normas.
Es verdad, no creemos en los males hasta que los vivimos en carne propia.
Y es cuando surge una duda que tal vez pasamos por alto ¿Qué va a ser de la vida de los venezolanos que no tienen nada y acaban de llegar a nuestro país? ¿A nuestro pueblo?
Para mí fue una de las preguntas más duras que plantee al interior de mi familia y que después trate de plantear a más personas, sin embargo, no todas las familias contaban con estabilidad como la mía, había familias que no tenían que comer, que perdieron sus empleos y que al cabo de un mes ya estaban destrozadas no solo por la falta de recursos, el covid hizo visible todas las diferencias que se tenían al interior de los hogares, peleas, discusiones, eran el pan de cada día, así que mi pregunta no tuvo mucho eco.
Desde el gobierno local se entregaron cerca de 13.000 ayudas alimenticias, pero era obvio que la prioridad eran las personas de los programas como familias en acción entre otros.
Hoy después de no poder haber ayudado a muchas familias de este país vecino que viven en mi pueblo se da la oportunidad de cambiar mi pregunta por una más específica: ¿cómo afecto la suma de dos crisis, a los niños y niñas hijos de migrantes venezolanos que viven en Sibaté?

Ellos son; Alexandra Milagros Peña Veitía y Yerluis Yamir Peña Veitía hermanos de 8 y 6 años respectivamente.
No es necesario explicar las razones de porque sus padres y su familia los llevaron a Sibaté, el hecho es que el camino acá los trajo, conozco a su familia ya que una de sus tías es estudiante de uno de mis cursos de fotografía y me permitió hacer pública esta información.
-    ¿Qué es lo que más te gusta hacer Yerluis?, pregunto para romper el hielo
-    ¿que es “la r” Yerluis? Yerluis: acá le dicen “la lleva”
…Después de contestar serio cada pregunta mira a su hermana y suelta una carcajada…
-    ¿Qué comida te gusta más?
Yerluis: Me gusta toda la comida, las arepas, la gaseosa y el helado
Yerluis está vestido con su mejor pantalón, la mejor camisa y se nota que limpio sus zapatos y lavo sus manos.
-    ¿te gusta jugar con tu hermana?
No, yo juego con mis amigos y ella juega con sus amigas más´na
Alexandra ¿qué haces en casa?
Alexandra: a mí me gusta jugar con mis amigas, jugamos a la cocina
-    ¡Qué chévere! entonces te gusta cocinar, ¿sabes cocinar algo?
Alexandra: si me gusta, ya se prepara arroz con aliño, y se hacer las pastas
Al igual que su hermano, Alexandra se vistió con su mejor ropa, se arregló el cabello y pone mucha atención cuando le hago fotos.
Trato de hablar con ellos mientras los registro en mi cámara.
Durante cerca de dos horas compartí con los niños, jamás toque el tema de su salida de Venezuela o si les hacía falta algo, si sentían que les afectaba el covid o cosas por ese estilo, disfrute mucho mi conversación con ellos mientras hacían sus apuntes a cada cosa que hacía.
Yerluis: ¿tus enseñas a hacer fotos?
Yo: si (contesto con una sonrisa) Yerluis: ¿cómo se hace?
Aprovecho la pregunta para enseñarles a ver el mundo de una forma diferente con un ejercicio básico de encuadre.
Alexandra logra con facilidad hacer el ejercicio, sin embargo, Yerluis se le dificulta un poco, además noto que le hace falta una de sus falanges en el dedo meñique de la mano derecha.
¿Cómo lo perdió? Omito esa pregunta y sigo hablando de fotografía con ellos.
Al iniciar este ejercicio, presumía que en los niños que fueran parte de la investigación encontraría más evidencia de fragilidad, sufrimiento, tristeza. Sin embargo, veo todo lo contrario, los niños hablan de sus padres y se percibe el orgullo por cada uno, son curiosos e inquietos, Alexandra esta todo el tiempo atenta a cada cosa que digo y que hago, Yerluis por su parte no deja de correr y debo llamarlo cada vez que quiero hacer una fotografía, es un ejercicio divertido.
No puedo evitar pensar en las dificultades que tuvieron sus padres al salir de Venezuela y llegar caminando a Bogotá (conozco la historia por su tía “mi estudiante de fotografía”) dos padres con niños de 5 y 7 años en ese momento, evitando lluvias, buscando comida en el camino y tratando de explicar a los niños por qué debían caminar tanto.
No puedo imaginar la situación de verlos cansados y acostarlos a dormir bajo algún puente, saber que no todos los días había tres turnos de comida. La actitud de estos niños me demuestra la grandeza de sus padres.
Hay demasiada nobleza en estas personitas, me obsequian sonrisas sin esperar nada a cambio, no hay egos, ni siquiera me dicen que les muestre las fotos como lo hacen siempre las personas que retrato, no conocen la vanidad, sinceramente me hacen sentir afortunado al poder compartir con ellos este pequeño espacio.

© 2021 Curso Antropología Visual - Docente Uliana Molano - Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD

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