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"El ocaso" Plaza de mercado El Jardín

Son las seis de la mañana y don Salvador ya tiene su puesto en orden, el sol declara que va a ser un día caluroso y un tanto difícil para las más de 800 familias que hacen parte de la plaza. Don Salvador está dispuesto  tarde al descargue de las 4 de la mañana, los veo pasar por  espacios estrechos silbando anunciando su paso para no atropellar algún desprevenido. La mañana se torna desesperante, las lluvias han detenido la visita de los compradores. Algunos en forma de chiste dicen que sus balanzas parecen un reloj que marca el medio día. Don Salvador encuentra un espacio para leer su historieta preferida, la compra cada tanto, dice él que le da horas de entretenimiento y le ayuda a pasar el tiempo con un poco de humor mientras llega alguien que le compre.

"El Ocaso" Plaza de mercado El Jardín

Realizador: Rafael Augusto Feria

Duración: 16:31

Año: 2017

País: Colombia

La mañana avanza y el mercado sigue solo, pensé encontrarme con un buen número de personas pero algo está pasando, la gente se rehúsa a llegar. Me acerco hacia el puesto de doña Ana y le pregunto sobre lo que está pasando en la plaza. Ella con sonrisa tímida me cuenta que están pasando por situaciones difíciles y que las personas ya casi no vienen a comprar a la plaza. Me cuenta además que ese pequeño puesto le sirvió para sacar adelante a sus siete hijos quienes actualmente le retribuyen económicamente sus esfuerzos, que de no ser por ellos ya habría entregado ese lugar por falta de garantías, me dice que  ese lugar está lleno de recuerdos, de sus hijos sentados encima de los bultos de papa mientras ella trabajaba, le da gracias al cielo por haber tenido ese pequeño espacio y poder ver a sus hijos crecer. Mientras doña Ana me conmueve con sus palabras, la vecina del lado no se siente conforme con lo que está pasando en la plaza y empiezo a entender una problemática que afecta emocional y económicamente a los vendedores de la plaza. “No es que falten ganas de trabajar”, dice ella en un tono que marca a manera de protesta una realidad que muchos no vemos, ya la gente no los visita como antes, los supermercados y el serviplaza que construyeron cerca del sector de la plaza los ha afectado y además los carretilleros entran en conflicto directo con los vendedores de la plaza pues ellos también son parte del problema, ella trata de contener su frustración pero me hace mirar alrededor y me hace observar que la plaza ya no va a ser la misma.

Es casi medio día y hay muy pocos compradores, entre ellos aparece una señora de unos sesenta y tantos años comprando en el puesto de la señora Tata, ella busca Melón pequeño para su nieto de dos años, manzanas y guayabas. La señora Tata parece conocerla y evidentemente han tejido durante años una relación más allá entre vendedor y comprador. Si bien ella siempre le compra a doña Tata, me entero de que años atrás la hija de esta señora estaba embarazada y doña Tata le guardaba y regalaba las mejores  frutas para que el bebé naciera fuerte. La señora paga y se despide amablemente y totalmente agradecida.

Sigo recorriendo la plaza y veo a La señora Ángela sentada de espaldas con la esperanza de vender algo.  Habla a la distancia casi a gritos y se cuentan chistes con uno de los vendedores  mientras él le muestra todas las piñas del estante a un posible comprador.

Muy pocas balanzas se movieron hoy, el calor es desesperante y empiezo a sentir una angustia ajena pero trato de mantenerme al margen para no romper mi objetividad y mi posición de retratar el tema referente sobre las plazas de mercado y los consumidores. Pero es casi imposible mantenerme  como un simple observador y dialogo con  algunos de los vendedores y mientras lo hago veo que ya casi es hora de cerrar las puertas de la plaza y que la jornada ha dejado al sol en el horizonte del oeste y entre reproches y discusiones sobre el olvido y la decadencia de esta plaza de mercado, veo el caminar angustioso de un anciano con un palo de guayabo como bastón visitando cada puesto abierto, él puede coger algunas frutas sin pagar, no sé quién es él, pero sé que la gente de la plaza lo quiere y lo respeta . Él, con su mochila terciada se va perdiendo a la distancia mientras todos los puestos son arropados con plástico para dar cierre al día. Él fin de semana será diferente, se abastecerán el viernes como siempre lo hacen y esperarán que su suerte disipe sus preocupaciones.

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