SOMOS PESCADORES, COMEMOS Y VIVIMOS DEL PESCADO
La satisfacción de las necesidades alimenticias es una condición imprescindible de la supervivencia de los seres vivos. El hombre, de acuerdo a la edad, el sexo, el nivel económico, el entorno en el que se desenvuelve y otros criterios, principalmente opta de determinadas maneras por satisfacer sus necesidades de alimentación y estas varían de una sociedad a otra.
Como observadora Margaret Mead, las sociedades humanas hacen una selección entre las posibilidades alimentarias que les ofrece el medio y que los recursos técnicos disponibles ponen a su alcance.
Algunas comunidades y familias especialmente rurales siguen teniendo autosuficiencia alimentaria, se alimentan principalmente de lo que su medio o entorno les provee, en este caso el Rio Magdalena además de ser históricamente preponderante en el comercio y el intercambio de bienes: transporte, trueque, importaciones, exportaciones, pesca, aprovechamiento de las tierras aledañas al río y su natural fertilidad, hacen del río un patrón primordial en la economía nacional, es dador de aproximadamente 290 especies de peces dulceacuícolas, de los que gran parte de la población se alimenta y con los cuales comercializa.
“SOMOS PESCADORES, COMEMOS Y VIVIMOS DEL PESCADO” nace de la necesidad de problematizar ciertos elementos propios de la vida de los pescadores del Alto río Magdalena y su alimentación.
Título: Somos pescadores, comemos y vivimos del pescado
Realizador: Lina García López
Duración: 11:47
Lugar: Girardot, Cundinamarca
Año: 2018
CRÓNICA FOTOGRÁFICA
Carnada para el anzuelo, tota viva
Pescador caminando por la orilla del río Magdalena
Hernando (pescador) camino al río Magdalena, con caneca al hombro
Pescador alistando la atarraya para lanzar a orillas del río Magdalena
Pescado recolectado con atarraya
Armin bajando en neumático por el río Magdalena
Armin (pescador) bajando al río Magdalena
La pesca de un día soleado junto al río Magdalena
Preparando atarraya para lanzar al río Magdalena
Pescadores alistando neumáticos para
zarpar al río Magdalena
Pesca de Nicuros
ENTREVISTAS
Historia de vida
SOMOS PESCADORES, COMEMOS Y VIVIMOS DEL PESCADO
Dirigida a: Pescadores del Rio Magdalena, Girardot, Cundinamarca.
Ubicados en la región Andina del país, nos encontramos más exactamente en Girardot, Cundinamarca, una ciudad de clima cálido, de costumbres alimenticias típicas y tradicionales donde podemos ejemplificar el consumo del pescado de agua dulce.
Cada día, entre ires y venires veo el río Magdalena como fuente hidrográfica asequible a muchos habitantes de este territorio ofrecer múltiples experiencias dadoras de vida y muerte. Aguas que vienen y van y nunca las mismas han de volver, ha permitido ejercer el oficio de la pesca a muchos individuos de la zona y familias enteras. Durante muchos años niños, jóvenes y adultos formados en este arte, son quienes poco a poco preservan el hábito de la cazar en río como recurso económico, sustento alimenticio y de preservación cultural.
En el sector del Barrio Buenos Aires existe una minoria de pobladores adultos que subsisten de las especies de individuos que otorga el río Magdalena. Desde hace años, veo transitar a un hombre de tez rojiza, y cabello blanco cubierto de canas, es el señor Armin Montealegre Quimbayo, que con 48 años de edad se dedica a la pesca hace un buen tiempo. Hablando con él a orillas del rio, conocí más a profundidad su vida, este hombre delgado y a su vez vigoroso, nacido en la ciudad de Girardot, Cundinamarca, desempeña varias vocaciones y entre ellas pescador, la cual lleva ejerciendo hace 30 años, dentro de los cuales abiertamente me manifiesta su experiencia en este ámbito.
Un dia como muchos es estas tierras, desde tempranas horas de la mañana (5:00am), se abre el sol con sus rayos revelando ante mis ojos el inicio de la jornada de pesca, con la búsqueda y recolección de la carnada fresca, ya sean totas, tolombas, o pollo incubado, los hombres pescadores preparan el señuelo que actualmente usan con el fin de preservar el sabor original de la especie capturada.
En el camino al lugar deseado, van caminando con neumático y balde al hombro dos hombres, les acompaño y así se recorre el tramo que une la ciudad del basto y largo río Magdalena, no más de 250 metros se abren paso para la búsqueda y el acercamiento inédito entre el hombre y la especie; allá donde yace la ribera Armin alista el nailón y el anzuelo para zarpar sobre las corrientes imparables e insaciables que otorga el afluente, acechando la presa como cazador perseverante navega río abajo intentando encontrar el punto exacto donde anclar y empezar el bello ritual de pescar.
Armin esta vez corre con suerte, (así le llama al hecho de tener la carga completa). Pasada la mañana o caída la tarde, arrima al Buche vía Nariño Cambao, cargado de Bocachico, Nicuro, Capaz, Peje Sapo, Cuchara (Blanquillas), prepará el pescado cogido, limpiando y cortando, saca las vísceras, les quita las escamas de ser necesario, le aplica agua constantemente y finalmente lo saja. Separa la parte para su consumo de así quererlo o de lo contrarío lo designa todo para la venta. Acabada la jornada monta un vehículo que lo lleva de regreso al destino de origen (el barrio en el que vive).
Con carga en mano recorre el barrio buscando comprador, pero si es por encargo el cliente ya esta proyectado y cobra el valor ($) que cree vale su trabajo, su esfuerzo, su pesca y su rigor.
Caida la noche obtiene la ganancia del día, esto si no ocurre el infortunio de terminar la jornada con la caneca vacía, pues río abajo por las zonas del Tolima se hacen recolecciones grandes de pescado con barredoras, así llamadas por él y otros pescadores, lo cual son atarrayas que atraviesa el río de lado a lado impidiendo el paso de las especies migratorias, dejando arribar por esté territorio en la mayoria de los casos peces de tamaño pequeño y mediano.
Dentro de los relatos encontrados, conocí la vida pescadora de un anciano llamado Hernando Díaz, conocido muy popularmente como “Coco” con la edad de 75, nacido en Girardot, Cundinamarca, convive con su familia señora e hijos en un sector de la ciudad llamado La Quince.
Desde hace 50 años práctica el arte de pescar aunque también desempeña otras labores como arar la tierra. La pesca le ha otorgado bastante apoyo económico y cuando ejerce dicha vocación lo hace comúnmnete con atarraya y de vez en cuando con anzuelo, usando carnadas como la Tota, el Mohino pequeño, la Tolomba.
En épocas en las que el Río Magdalena baja se da gran subienda de peces y los hombres pescadores en búsqueda de estas especies, cada una con su técnica definida por los años y la experiencia logran capturar especies como el Capaz y el Nicuro, ambos destinados para la venta y el autoconsumo. La compañera y esposa de “Coco” en la preparación de alimentos es quién pone su magia y sazón cocinando lo frito, sudado o en caldo, se acompaña con papa, yuca, plátano y arroz. Culturalmente el hábito de la pesca ha disminuido, ya quienes bajan al río son muy pocos, en general solo pescadores hombres mayores, pues la inseguridad ha hecho de sus orillas un espacio difícil de estar, dicen (los pescadores) que una bala perdida pueden llegar a atrapar y que para estar allá es mejor sin nada de valor bajar. Del comercio masivo de pescado es en la plaza de mercado, pero sus pequeñas pescas no son bien pagas, es por eso que deciden vender lo recolectado tocando puertas, ofreciendo a vecinos, conocidos, hasta lograr su objetivo, es decir, conseguir un ingreso económico.