Hasta hace solo un tiempo atrás en mi vida emigrar era una serie de comportamientos en mi entorno que harían cambiar mi forma de ver la vida, pensaba en como emigrar implicaba una ruptura casi definitiva en los hogares y en la vida que se quedaba atrás, en lo que se había construido y empezar de nuevo. Ahora me pregunto cómo los emigrantes, refigurados, alimentaban su nostalgia con encuentros efímeros de imágenes de su tierra vistas por la televisión, como van transformando esta nostalgia en la que el cuerpo de un individuo se halla desplazado a miles de kilómetros lejos de su hogar, de sus tradiciones, en donde te ves enfrentado a nuevos desafíos nuevas oportunidades, nuevas relaciones o contactos, nuevos vecinos, etc.

En este momento de mi vida creo que podría hacer una lista de las cosas que más añoro de mi tierra, de los sabores de las frutas, del color que tiene cada una de ellas, de lo rico que es disfrutar un jugo natural recién echo, de poder adquirir los productos en una tienda al lado de tu casa, de desayunar con un chocolate caliente, una almojábana, un tamal hasta de un pan blandito de la panadería de la esquina, todos estos sabores solo recordarlos mientras escribo me dan nostalgia.

​