El pescao frito en Taganga
Al llegar a Taganga después de atravesar un cerro que la separa de Santa Marta a través de una angosta y serpenteante carretera, quede sorprendido con ese esplendor del mar, repleto de pequeños botecitos y lanchas de los pescadores, como de otra época, al llegar el tiempo cambia, el ritmo se hace más lento y la formalidad desaparece, veo a los turistas mesclados junto con los nativos, muchas veces sin camisa y descalzos, tomando el sol y leyendo un libro.
Conozco a Taganga desde que era un niño, cuando iba de paseo los fines de semana con la familia, en aquel entonces no era más que un pequeño caserío de pescadores pobres, con vidas sencillas y despreocupadas, con el paso del tiempo, gracias a sus grandes atractivos submarinos fue tomando más relevancia como sitio para practicar el buceo, al ser un pueblo pobre podían llegar personas de otros países y con casi nada construir viviendas y crear negocios, llegaban de todas partes Israelitas, Alemanes, Italianos, Holandeses. buscando donde poder relajarse y practicar el buceo, esto trajo consigo la proliferación de hostales, restaurantes, bares y discotecas. Lo que fue poco a poco transformando a Taganga en un lugar de desinhibiciones y vagabunderías, ya la pesca no era su mayor fuente de ingresos ahora es el turismo.
Los Tagangeros por años han sido muy organizados con sus labores de pesca, algunos van mar adentro a buscar grandes peces, otros pescan con arpón y la mayoría trabaja en la cooperativa de pescadores, en donde por años viene llevando una tradición, donde se turnan por familias y clanes los días de pesca, así todos tienen la oportunidad de pescar, trabajan juntos, pero el encargado es quien reparte lo que se recoge, para que así todos tengan algo que llevar a casa.
Diariamente al pueblo llegan centenares de turistas extranjeros y nacionales, a disfrutar de sus bondades, el sol, la playa y su tranquilidad. la proliferación es masiva, y la pesca del día no da abasto para tanta gente. Así los restaurantes y comedores típicos terminan comprando el pescado en las pescaderías de Santa Marta, lo que muchas veces desconoce el cliente, quien cree que su pescado fue cogido en esa misma playa. De esta forma el pueblo ahora se beneficia de la venta de pescado, pero ya no tanto de la pesca en sí.
Cuando llegan los pescadores a la orilla, en ocasiones con sus botes llenos, ya los están esperando los revendedores, quienes compran directamente a los pescadores, para luego llevar ese pescado a los restaurantes y también a sus familias para el consumo familiar. al llegar una lancha, llena de cojinoa, que es el pescado del momento, que no tiene mucho valor comercial, es lo que se está pescado en Taganga, esas viejas épocas donde traían sus botes llenos de pescados, más grandes y apetecidos. han ido decayendo, la tradición de la pesca no se acaba, pero si ha cambiado lo que se recoge.
Acompañando a los pescadores, siempre están sus hijos, quienes aprende desde temprana edad a conocer el mar y sus avatares, quienes ya no podrán vivir esas buenas épocas ya pasadas de la pesca que era rica en su pueblo.
Entonces la dicotomía a la que se enfrenta este pueblo, que está perdiendo su antigua riqueza de pescadores, por la proliferación masiva de turistas, que a su vez forman parte de su nueva forma de subsistencia, ya que hoy en día Taganga vive más del turismo que de la pesca, y está a subes ha disminuido por el mal manejo del turismo, quienes contaminan e interfieren con el orden natural de las cosas, aquí se ve el cambio cultural, que ha sufrido esta población pasando de tener una rica tradición en la pesca, a ser una población dominada por las demandas del turismo, quien depreda el medio ambiente natural sin medir las consecuencias.
He llegado a uno de estos restaurantes, el de la señora Ailides Bado donde trabaja con sus tres hijas hace ya 29 años, pregunte por pescado fresco, y lo del día eran esas pequeñas cojinoas de las que ya les hable, acababan de comprarlas a la lancha que llego esa mañana, un pescado pequeño y poco apetecible, además de eso la segunda opción fue pedir mojarra, pero está ya no era fresca del día sino que la compraron a las pescaderías mayoristas en Santa Marta.
Eso si no importa de donde venga el pescado bien frito doradito y crocante, es una delicia, preparado con esas manos llenas de experiencia y de platos servidos, en el restaurante de la Señora Ailides Bado, trabajan con mucho amor y pasión por lo que hacen, finalmente, el pescado llega a la mesa acompañado con patacones de plátano verde, arroz de coco, ensalada de lechuga, tomate y cebolla, además de un delicioso y calientico caldo de pescado.
El pescao frito en Taganga
Por Jorge A Uribe
Taganga Santa Marta 2018
17 minutos