Aguapanela
El corregimiento de Juntas, a 17 kilómetros de la ciudad de Ibagué por la vía que conduce al nevado del Tolima es conocido, además de ser un lugar de interés ecoturístico, como una de las principales fuentes agrícolas de la región.
Antiguamente el acceso a esta zona era únicamente en un campero de esos que usan para transportar la leche, pero con el aumento de la popularidad de la zona la alcaldía municipal implemento una ruta de bus que hace el recorrido completo por el módico precio de 3600 pesos.
Durante la mayor parte del recorrido de poco más de una hora, se ve como el cauce del río Combeima se hace cada vez más pequeño a medida que el bus se interna en la montaña.
Llamado así por ser la zona en la que se juntan los dos principales afluentes del río Combeima, el corregimiento de Juntas está habitado casi en su totalidad por personas que viven de la producción agrícola.
Al bajar del bus a unos cuantos metros de la carretera se encuentra la casa de doña Cecilia Martínez, una mujer de unos 75 años y 1.50 de estatura que vive con su hijo menor Lohengrin, a quien por facilidades de pronunciación todos llaman “chiqui”, y quienes tienen un pequeño negocio familiar de producción y venta de queso
Título: Aguapanela
Realizador: Ricardo Andres Tristancho Vejarano
Duración: 11:46
Lugar: Corregimiento de Juntas. Ibague - Tolima.
Año: 2018
Crónica fotográfica
Cuenta doña Cecilia que se levanta todos los días a la 4:15 de la mañana a preparar los pedidos para los clientes que en su mayoría son también pequeños negocios de venta de almojábanas, pan de yuca y bizcochos. Es una mujer criada a la antigua, que además de dirigir su negocio, también es ama de casa y no le gusta que nadie se le meta a la cocina.
Al iniciar el día lo primero es preparar un buen desayuno, en especial para “Chiqui” porque él se va temprano ordeñar las vacas. La base de ese desayuno especial es un agua de panela bien cargada para “tener fuerza y berraquera” en palabras de doña Cecilia.
“Cuando mi marido vivía teníamos un corta panela, pero un día se partió y no volvimos a conseguir, después me conseguí una piedra de río y con eso la partía, ya ahorita no me dan los alientos pa’ estar aventando piedras y por eso consigo es de esta panela chiquita”, decía doña Cecilia mientras mostraba unos pequeños círculos de panela.
Mientras doña Cecilia nos mostraba orgullosa su casa llegó Efraín, su hijo mayor que trabajaba en la plaza y pasó a llevar un queso que le habían encargado, era un hombre de mediana edad muy amable y de una devoción infinita por su madre, devoción que aproveché para poder tomarles una foto a los dos ya que Doña Cecilia estaba reticente a dejarse fotografiar.
A media tarde mientras nos tomábamos un tinto hecho en panela, “Chiqui” dijo que iba a traer las vacas y que, si queríamos acompañarlo, sin dudar aceptamos y de inmediato tomamos camino.
Mientras caminábamos “Chiqui” nos preguntó: “la tarea que ustedes están haciendo es sobre la panela ¿verdad?” Si señor, le conteste. Hizo un gesto de media sonrisa mientras se metía la mano al bolsillo y me dijo “vea” mientras me mostraba un pedazo de panela metido entre una bolsa. “esa es una maña que tenía mi abuelo para cuando duraba todo el día metido entre el monte, ahorita yo lo hago es de mero goloso no más porque yo solo vengo es para llevar y traer a las vacas.
Casi media hora de caminata después “Chiqui” se sentó y dijo, “ya llegamos, solo déjeme tomar tantico aire fresco” mientras prendía un cigarrillo.
Al volver, doña Cecilia nos esperaba con una taza de aguapanela y un pedazo de cuajada, “siéntense ya les paso una cuchara” dijo la dama.
Es sorprendente la amabilidad y familiaridad con que las personas del campo lo tratan a uno, a diferencia de la gente de la ciudad, teniendo en cuenta que nos acabábamos de conocer. Aunque debo admitir que me sorprendió más la capacidad de la taza plástica de no derretirse con los diez mil grados que tenía esa aguapanela.
Mientras esperaba que se reposara la aguapanela aproveché y tome unas cuantas fotos del paisaje, en especial del atardecer, que ya nos hacia la señal para volver a casa.
Pero con lo que no contábamos era con el errático clima del cañón del combeima y en cuestión de minutos cayó un diluvio que disparo mi ansiedad por llegar a casa pronto.
“Eso estece tranquilos que las busetas bajan hasta las ocho” dijo doña Cecilia al ver mi cara de impaciencia “y si no pasa yo le armo cambuche, más bien ¿quieren un tintico?” finalizo doña Cecilia mientras prendía el fogón de la estufa.
“Eso no lo podía hacer mi tía” dijo chiqui señalando con la boca “antes como el fogón era de leña, si a esta hora ya estaba apagado no se ponía a prenderlo otra vez”
Entre sorbo y sorbo nos contaron sobre las dificultades respiratorias por las que pasa doña Cecilia a causa de una vida de cocinar en fogón de leña.
“Esta peor ella y eso que yo soy el que fuma” dijo “Chiqui” con su toque de humor irónico que lo caracterizaba.
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En eso chiqui nos interrumpió y dijo “ahí viene su buseta” mientras le hacía señas con los brazos.
Nos levantamos rápidamente y le agradecí a doña Cecilia por su tiempo, a lo que ella me contesto “por aquí vuelva cuando quiera, esta es su casa”
Corrimos bajo la lluvia hasta la orilla de la carretera y nos subimos al bus, y mientras el bus se alejaba mire por la ventana como se incorporaban de nuevo a su vida esas dos personas con las que acabábamos de hablar.