El Pan de maíz de Pupiales
Por. Jimmy Morán Delgado
“Mañana viene su tía de Pasto y hay que tenerle listo el Pan De Maíz”. Esa fue tal vez, la primera alusión que recuerdo a este pan por allá a finales de los 70, cuando ni siquiera aprendía a leer.
De allí en adelante seguiría comprendiendo poco a poco, que si uno quería “agradar” a otra persona no había mejor estrategia que brindarle el pan de maíz, calientico, bien calientico si fuese posible, con un café cernido al instante y alrededor del fogón, huyendo del frío que nos vuelve cacheti morados a los Pupialeños, aunque otros dicen que los tenemos así por comer tanta papa.
“Váyase mijo donde doña Elvia y se compra unos diez panes y si no hay, se va donde doña Alicia y los deja pagando para mañana”, así mi papá me mandaba a buscar el tan anhelado y escaso pan; afortunadamente para mí, doña Elvia siempre tenía algunos, digo afortunadamente ya que la casa de doña Alicia no la conocía y decirle eso a mi papá era ponerlo de malas pulgas. Y así, pasaba siempre que mi tía venía a visitarnos desde Pasto.
El pan de maíz de Pupiales
Duración: 13:27
Año: 2017
País: Colombia
Realizador: Jimmy J. Morán Delgado
Ya más grandecito yo, recién graduado de bachiller y sin la posibilidad de seguir una carrera universitaria, el pan de maíz sirvió para visitar a un doctor cuyo apellido no recuerdo, que según mi papá, era muy importante en la ciudad de Pasto y me ayudaría a encontrar un trabajo lo más pronto posible en la capital. Mi papá le entrego una buena cantidad de panes, insistiendo, implorando por su buena voluntad para que me ubique lo antes posible en cualquier puestico, (puesto que claro está hoy en día, luego de veinticinco años lo sigo esperando); Aquel doctor se comió el pan y de nada sirvieron sus tales palancas e influencias… por lo menos conmigo no.
Y esta historia alrededor del pan de maíz, no sólo la he vivido yo, la han vivido la gran mayoría de Pupialeños y vecinos de nuestro pueblo y hasta según dicen, sirvió este pan para que nuestros padres lo obsequiaran a sus bellas novias, tal vez hoy en día nuestras madres.
Pero pasó el tiempo y ya nuestro pan de maíz no era manjar de todos los días, ya no se escuchaba en las calles los ecos de doña Rosaura y de doña Florinda que vociferaban: “El pan… ¿Va a dejar el pan…?”, dos señoras que por muchos años fueron las intermediarias que compraban grandes cantidades a doña Elvia y doña Alicia, para que en las mañanas, eso sí entre seis y siete a.m. recorrieran las calles con sus canastos cubiertos con un manto blanco y se vendiera todo el pan.
Ahora es distinto, si usted no llega el sábado a dejar pagando anticipadamente su pan de maíz del domingo, tenga por seguro que se quedará sin nada, a no ser que usted les haya caído bien a estas señoras y amablemente le digan que le van a vender del pan que era para otra persona.
Sin querer, queriendo diría el chavo del ocho, estas dos hermanas, que actualmente tienen más de setenta años cada una, se distribuyen estratégicamente la venta del pan de maíz en Pupiales. Doña Alicia la menor vive en la parte sur y doña Elvia en la parte céntrica y así, parece que su señora madre, fallecida por supuesto, de quien aprendieron esta tradición en la década de los cincuenta, hubiera dejado su herencia repartida por sectores, para que propios y extraños puedan escoger su punto de venta más cercano y ellas por supuesto, se repartan las ganancias.
La labor agotadora de hacer pan de maíz, inicia desde el sábado en la noche hasta casi las diez de la mañana del domingo cuando se agota el último pan. Revolver, amasar, hornear, un ritual casi que mágico, un horno de barro con la temperatura adecuada y una familia que se reúne alrededor de este arte y que ahora esperamos quede en manos de las nuevas generaciones.
Continuar con esta tradición, que sin lugar a dudas es un verdadero patrimonio de los Pupialeños es un compromiso asumido por sus hijas, quienes así lo han manifestado.
Continuaran viniendo políticos a Pupiales y sus seguidores, seguirán con el ritual de alago, venga a servirse un cafecito con pan de maíz; papás como el mío, seguirán convencidos que un viejo conocido suyo de la capital, al que lo tratan de doctor les ayudará a conseguir un trabajo a cambio de diez mil pesos de pan de maíz.
Y yo seguiré cada vez que venga mi tía de Pasto a visitarme, corriendo a comprar pan de maíz donde doña Elvia y si no hay, ahora sí y sin temor iré a comprar a la casa de doña Alicia, porque ya conozco donde vive.