CAMBIO CULTURAL EN FRONTERA
Son las 6:30 de la mañana y el sol lanza sus primeros rayos sobre la frontera, lugar donde veo el caminar de los migrantes venezolanos que afanosos vienen a Colombia por razones que desconozco pero que, imagino, y presumo son de vital importancia, pues presurosos les veo cruzar el puente internacional.
Me pregunto el ¿cómo podré diferenciar a un venezolano y a un colombiano que cruzan el puente?, no tardé mucho en darme cuenta, pues, el colombiano como yo, anda siempre, por este sector sin equipaje o de bolso ligero, como sabiendo que está cerca de casa y no necesita llevarse nada, pero, en cambio, hay otros, y a los cuales se les ve angustiados, de rápido andar, con mirada esperanzadora, mirando con ilusión hacia este lado, como si de alguna promesa hubiese escuchado y con expectativa desea tomar, así, veo hoy con estas primeras luces del día al venezolano, pero aun no cuento el cómo sé que son venezolanos, es fácil, siempre llevan consigo y a todas partes sus sueños, alegrías, tristezas y esperanzas, todas ellas en un bolso, morral o maleta.
Título: Cambio Cultural en Frontera
Realizador: Fabio A Mora Cabrera
Duración: 15:02
Lugar: Cúcuta Norte de Sder.
Año: 2018
CRÓNICA FOTOGRÁFICA
La muy noble, leal y valerosa San José de Cúcuta, abraza a todo aquel que arriba a su interior; Cúcuta, ciudad de oportunidades ofrece muchos beneficios para el migrante venezolano, siempre y cuando cumpla con algunos requisitos migratorios y de estadía legal en nuestro territorio, de lo contrario, en este caso al venezolano sin documentación, no le quedará otra alternativa que soltarse a deambular por la ciudad, en busca de algo que hacer, como si de una carrera por encontrar un premio escondido se tratara, porque para ellos, lo poco que traen: dinero, no es suficiente sino para alimentarse de productos que no sean costosos y, ni hablar de cómo duermen; cuando paso caminando por el parque Santander, que es el parque principal de la ciudad, observó que las circunstancias y la necesidad obligan a una persona a hacer cosas que no haría normalmente, como el asumir un lugar público como sitio de vivienda, como casa de acogida, teniendo como techo las ramas de los árboles. A estos venezolanos desafortunados que no pueden laborar legalmente en nuestro país, lo que hacen es tomar un producto cualquiera y ofrecerlo para sacarle alguna ganancia, pero mi experiencia cuando encuentro a estas personas es penosa, pues en realidad parecen almas en pena re vendiendo cualquier cosa que les deje alguna ganancia.
Hay otros venezolanos a los cuales les veo realizar otro tipo de actividad y con la cual aseguran su día a día, ya que estos, con más recursos pueden montar una forma de obtener ingresos con pequeñas ventas en la calle, que les permite llevar comida a su familia que tienen en alguna habitación alquilada o enviar dicho dinero a Venezuela; aunque este tipo de actividad crea competencia con el trabajador local, no afecta al Cucuteño que vende, porque tampoco son muchos los que crean este tipo de actividad de venta ambulante.
Pero la actividad que más se hace notar y llama la atención son las colas para enviar o recibir dinero, y me refiero al como el venezolano prefiere recibir el dinero acá en Colombia y no en Venezuela, por medio de las remesas, giros internacionales, pues con este servicio han encontrado cómo pueden obtener ganancias cuando el sistema de divisas hace la conversión a divisa colombiana, ya que el Peso vale mucho más que su moneda el Bolívar; para algunos, las remesas les llega de otro país donde tienen familiares, pero también están los que las envían hacia su país, a Venezuela, para que aquellos puedan comprar los productos básicos y preparar su comida diaria, cuando la consiguen.
Las casas de remesas o giros internacionales no son difíciles de encontrar en Cúcuta, pues solo al caminar unas cuadras encuentro una fila de personas en fila de pie o sentadas en el piso, sé que son venezolanos retirando dinero o enviándolo porque siempre llevan una maleta de viajero además de su acento. En estos lugares en donde se realizan giros internacionales, veo que la gente se aglomera debido a la cantidad de personas que hay solicitando el servicio de divisa, para lo cual, el colombiano, no está acostumbrado, pero el venezolano si, esto hace que el venezolano se sienta cómodo haciendo cola o fila pues desafortunadamente llevan haciéndolo en su país durante muchos años, pero esto obstaculiza el paso de peatones o cubren la vista de las vitrinas de los locales comerciales; este tipo de actividad, que aquí poco se ve, el ver mucha gente haciendo cola, genera un tipo de repudio hacia el venezolano, aunque no es por esto que se les tiene recelo, sino al supuesto aumento de la criminalidad según “El Tiempo” (Atracos cucuta, s.f.) y a lo que escucho cuando le pregunto a uno que otro Cucuteño. En este caso el hacer cola y tumultos, generan descontento en los comerciantes locales, creando riñas y alegatos entre ellos.
Mientras hablo con Juan, un venezolano que me cuenta sobre su situación, él con su gorra de beisbolista volteada, me comenta sobre su vida mientras espera en uno de esos tumultos de personas, luego, de súbito escucho la voz gritona de un hombre, volteamos a ver y veo a un vigilante, enviado por una mujer vestida de blanco y pantalón negro: ella observando la acción que le encomienda al vigilante, mientras éste, irrespetuosamente y tratando muy mal a los venezolanos los increpa e intimida con palabras poco amables, para que éstos se vayan del lugar, pues según lo que escucho de lo que dice: no permiten el paso de la gente al edificio; los venezolanos, no tienen otra alternativa que hacer lo que le dice el vigilante; luego él y la señora se van.
Los venezolanos, los que trabajan legalmente en nuestro país, ayudan en el incremento de la economía, ya que han traído lo que tenían y han invertido en crear un negocio de comida, como es el caso de Astrid Castro y su esposo Freddy Rangel. Las ganancias las envían a Venezuela o re invierten en su local, lo que hace que la estadía de la comida venezolana en nuestra cultura se prolongue en el tiempo, lo cual es una inserción de nuevos sabores, aunque con materia prima conocida como es el maíz, en la arepa cachapa, que aquí la confundimos con la arepa de choclo, que, aunque es de maíz, la cachapa es de maíz molido y la arepa de choclo es de harina de maíz, pero, la cachapa es más apetecida y del cual el venezolano se siente muy orgulloso según escucho al esposo de Astrid mientras la prepara. Estos menús alimenticios, que ahora llegan a la capital, enriquecen la variedad gastronómica que ya tenemos, creando una nueva forma de actividad social, que es la de ir a sitios donde antes no se iba, porque ahora estos sitios tienen una venta de comida venezolana, en donde solo abren ciertos días, lo cual uno debe saberlo para no ir cuando esté cerrado, a diferencia de los locales colombianos que uno sabe cuándo atienden.
La comida venezolana hace que uno empiece a darse cuenta de la diversidad de opciones que se pueden hacer con un producto base, como es el maíz, y el cómo éste es preparado con nuevos ingredientes como el queso, chorizo, jamón, le hacen a uno preferir comerla que optar por la tradicional arepa colombiana, que a lo mucho lleva quesito rallado, además no faltan las preguntas que le hago a Freddy, que también atiende junto con Astrid; les pregunto sobre como la hacen, y como es que se les ocurrió hacerla de tal manera etc., a lo cual con emoción me cuenta su historia.
Afortunadamente no todos lo que llegan a Colombia son cocineros, por lo que la afluencia de venezolanos no afecta estos nuevos microempresarios de la gastronomía venezolana, que podrían crear un incremento del mismo producto y por ende competencia desmesurada, de esta manera hay un balance entre la comida colombiana y venezolana, pudiendo uno elegir que comer, y así de esta manera no tener una invasión gastronómica ni alteración en las tradiciones; pero lo que sí es importante es que, la nueva comida que ha llegado a Cúcuta, me hace ver a los venezolanos con otros ojos, pues la interacción alrededor de un producto gastronómico, me hace conversar amenamente con el que atiende, preguntando sobre el porqué del “chorizo envuelto en queso” o como se les ocurrió hacer esas mezclas, y es allí en donde veo que se enriquecen los lazos sociales, que con la conflictiva relación política no se conocían, porque cuando las cosas estaban relativamente bien, no conocía mucho del venezolano pues, éste vivía en su país, pero ahora que ha tenido que migrar, ahora al tenerlos en casa, es otra cosa lo que se ve, y me doy cuenta que son seres humanos con las mismas necesidades y expectativas de llegar a encajar socialmente en este mundo y ser parte del engranaje humano, aportando y creando cultura y la vez vivir en armonía.