Es la mañana del sábado 28 de septiembre del 2019, después de varias citas pospuestas por fin voy a conversar con el Maestro Luthier Jaime Castro en la ciudad de Duitama, luego de las indicaciones me acerco al lugar que a primera vista se asemeja más a un taller de mecánica tan característico de este sector de la ciudad que al taller de un maestro Luthier o por lo menos como yo me lo imaginaba, una puerta de garaje, y en la fachada un letrero que recuerda el oficio del maestro fabricante de instrumentos, al interior piso de cemento cuatro paredes y el taller en dos niveles, una sencilla teja de zinc tipo bodega, trozos de madera por donde se mire y el inconfundible olor a aserrín fresco, a ojos de un inexperto, una carpintería, pero a ojos de Don Jaime un instrumento en potencia, se agacha y recoge un trozo de madera y dice “de este trozo sale un diapasón”. en las paredes instrumentos colgando: guitarras, tiples, bandolas y arrumadas en una esquina un par de arpas que también repara Don Jaime.

Saludo a Don Jaime quien me recuerda por la amistad que tuvo con mi padre hace muchos años cuando trabajaba(mi padre) en el instituto de cultura de Boyacá y le hizo varios encargos, me pregunta para que es mi trabajo y le explico, entrando en materia me cuenta como llegó a formarse como Luthier siendo muy joven viaja a Bogotá y trabaja de auxiliar en una fabrica de instrumentos, y poco a poco va adquiriendo experiencia hasta que puede realizar todo el proceso, años más tarde se traslada a Duitama y monta su propio taller dándose a conocer por ex compañeros suyos de la fábrica que residían en esta ciudad.

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De carácter recio me responde en ocasiones cortante, como cuando le pregunto si sabe de otros Luhier es enfático: “no se ni me interesa yo sólo hago mi trabajo”, sus respuestas dejan ver una tensión a la vez del amor y gusto por su trabajo la disciplina y los años de practica que requiere y por otro lado lo sacrificante, lo poco retribuido y valorado que ve el oficio, dice que él no vive de eso sino de los negocios de su esposa, lleva 40 de sus 70 años de vida ejerciendo este oficio, pero cuando le pregunto ¿qué es lo más difícil de aprender? me contesta “ yo todavía no he aprendido, este oficio nunca se termina de aprender, después de 40 años yo sigo aprendiendo, desarmo guitarras que reparo y aprendo, hablo con músicos y aprendo”.

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Hace guitarras tiples bandolas y repara violines arpas y hasta bajos pero no los fabrica, es pesimista en el futuro del oficio señala que actualmente venden guitarras chinas que valen 300.000 pesos y las de él oscilan entre 400000 la más básica hasta 12.000.000 en estas ultimas se puede tardar hasta un año fabricándola, sin embargo le ha enseñado a algunos discípulos, pero no le enseña a cualquiera, sabe escoger a aquel que cuente con la paciencia, la constancia y la precisión para realizar el oficio. Aunque también reconoce que enseñarla a alguien es un riego porque el trabajo cada vez es más duro y podrían con años de practica realizar el oficio mejor que él. A sus hijos no les enseño porque no se interesaron y no quería que pasaran por las crisis que ha vivido.

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Aunque no fue musico porque según dice le aburrió, tomo lecciones de tiple con uno de sus tíos, si ha conocido a muchos músicos destacados de la región como Zabala y Barrera (trio de música Colombiana de Duitama- Boyacá). A su taller han llegado

músicos y profesores extranjeros estadounidenses, japoneses, entre otros, todo gracias al voz a voz de los músicos quienes conocen la calidad de su trabajo, me contó de forma anecdótica como una joven estudiante de música prefirió mandarle a hacer un tiple que tener fiesta de 15 años y como el papá de la niña le pago 5 millones que iba a gastar en una fiesta en un buen instrumento por eso asegura que sólo los músicos entienden el trabajo y el arte de un instrumento, el sonido que dan las diferentes maderas y todo el trabajo, meticulosidad y tiempo que están detrás porque como el dice “no solo es lijar madera”.

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