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Bajo la piel
Es lunes por la mañana y camino por la calle segunda del barrio Galán. Está húmeda por la lluvia de la noche anterior. A lado y lado hay locales, algunos pocos abiertos, la gran mayoría con sus rejas aún abajo. Al acercarme a la carrera cincuenta y seis, principal vía comercial y de transporte público, a mi izquierda veo a un hombre frente a un local subiendo la cortina de hierro, se lee en la parte superior “Alejandro Reina A.R.”. Hacia adentro se ve oscuro, pareciera que está desocupado, solo los ventanales con avisos alusivos al trabajo artesanal que allí se realiza, me dicen que aquí es el taller de marroquinería, objetivo final de mi caminata. Sin embargo, mientras el hombre acaba de abrir el negocio, disimuladamente, camino hacia la esquina. Hecho un vistazo al sur y al norte de la avenida principal: un mar de carros particulares y de servicio público así como de transeúntes, pasan por oleadas. Puedo apreciar que los locales que alcanzo a divisar están todos abiertos, son restaurantes, panaderías y salsamentarías y, como cosa curiosa, noto que su personal está afuera platicando con sus vecinos. De regreso por el andén de la calle hacia el local de marroquinería, me encuentro de frente con don Alejandro, el dueño del taller y quien, además, ejerce las funciones de administrador, artesano y vendedor. Lleva treinta y cinco años desarrollando su arte, veinticinco como independiente en este sector. Siempre tan cordial y con una sonrisa que brinda confianza, me invita a ingresar a su negocio. Traspasar el umbral del negocio, es como venir del invierno y ser recibido por la primavera. El ambiente cálido no sé de dónde viene, pero junto con el olor a cuero y pegamento le dan un toque mágico y embriagador. Es un espacio muy bien distribuido para los, más o menos, dieciocho metros cuadrados de área que tiene. Almacén y taller forman este pequeño mundo, arropando sus paredes con verdaderas obras de arte en cuero de diversos colores: chaquetas, bolsos, maletas y muchas más creaciones artesanales.
Título: Bajo la piel
Realizador: Andrea Carolina Piza
Duración: 9:29
Lugar: Bogotá, D.C
Año: 2019
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Después de admirar lo bien organizado que está el negocio, veo a don Guillermo y don Fernando acomodados en sus puestos de trabajo como artesanos en la zona del taller; sin embargo, me aclaran que se turnan para ejercer también como vendedores en el área del almacén. Son dos personajes que, al igual que don Alejandro, reflejan mucha sencillez y sociabilidad. En este momento reconozco a don Fernando como la persona que estaba abriendo el negocio más temprano.
Estando dialogando con don Alejandro, don Guillermo y don Fernando, llega un pedido de materia prima, representado en algunos cueros y otros elementos que don Alejandro recibe y acomoda en el lugar destinado al almacenamiento. En otras ocasiones, es necesario ir directamente al barrio Restrepo o al Centro para escoger algún material en particular como los herrajes o espumas, el cliente es quien hace la exigencia.
En este punto inicia el proceso que desarrollan los artesanos en este taller, se podría decir que del material que se escoja depende la obra artesanal resultante. Para mí, es emocionante saber que son manos maestras las que dan forma a algo aún inexistente. Hoy don Alejandro diseña los moldes y partes que, como un rompecabezas, son articulados posteriormente por las manos de don Guillermo. El resultado final es llevado al almacén donde don Fernando funge como vendedor.
Dándole rienda suelta a su imaginación, don Alejandro me describe como realiza su labor como diseñador. La musa de la inspiración puede llegar en cualquier momento. En su mente se combinan materiales, colores y formas que él, cual compositor que le da rima a las palabras para hacerlas canción, comienza a plasmar en el cuero como moldes; estas piezas, sin aparente lógica para alguien como yo ignorante en el tema, en su cabeza se acoplan para dejarlo ver a priori la obra terminada.
Ya son pasadas las dos de la tarde. Los artesanos se alistan para ir a almorzar, siempre juntos. Me invitan pero tengo que regresar. Me despido y les agradezco su gran don de gentes, y les expreso mi admiración por su labor y profesionalismo. Pienso que lo anterior, los convierte en una especie de héroes anónimos, y ejemplo para todo aquel que quiere con sus manos hacer de la vida cotidiana, un arte.
Vuelvo a coger por la misma calle segunda, no sin antes mirar atrás, pero la gente que transita a esta hora me impide ver el frente del taller.