Cuando me acuerdo de ti
Ciro Alejandro Calvo
Hace un tiempo para acá, vengo observando cómo, muchos artistas de una zona de la localidad Antonio Nariño en Bogotá, han entrado en un cambio en cuanto a su quehacer profesional, dando como resultado una mutación en su identidad cultural. Ya puedo entender cómo la ausencia de espacios propios para el desarrollo de sus tareas, se han cerrado y cómo la nostalgia llega ellos, hasta el punto de sentirse que “no son”. El tiempo de permanencia por la amistad y el gusto por el folclore, nos ha permitido hacer una amistad, en la cual podemos evocar memorias de lo que en otrora fueran nuestros felices encuentros, esta ciudad que cada día se torna en una mole de cemento, se está tragando esas tradiciones que nos reunían en familias o grupos de pares.
Autor: Ciro Alejandro Calvo
Título: Cuando me acuerdo de ti
Lugar de realización: Bogotá - Colombia
Año: 2021
Los participantes de este proyecto son músicos y cantantes que, un día llegaron a Bogotá con un saco de ilusiones para llenar sus expectativas. Ellos son William Castiblanco, Manuel Ramírez, Norman Mauricio Ramírez y Sonia de Ramírez.
Ese rico olor a café tostado, se ha vuelto una toma de tinto sin sentido es más por costumbre, que por motivos de encuentro social, los lugares de encuentro folclórico se tornan cada día en grandes, y esquivos. Los edificios de apartamentos son un problema hasta para las serenatas; no se puede cantar “asómate a ventana”, porque la homenajeada vive en el piso 10 y ni modo.
Con las primeras impresiones, mis observados anhelan volver a sus orígenes, pero, después de muchos años ya sus costumbres y tradiciones han cambiado tanto que hasta lo que comen es totalmente diferente, sus dichos, sus músicas, sus hermosos uniformes de fiesta se han trasformado en acartonados vestidos, que los contratantes consideran “elegantes” pero muy adentro ellos sienten que, aunque el “mono se viste de seda mono se queda”. No siendo esto suficiente, hasta cambios radicales se presentan por las necesidades que la vida en Bogotá demanda y se ven obligados a dejar su amada música y ponerse ya no un traje de fiesta, sino, un overol y propenden por trabajos que solo les produce ingresos, pero realmente manifiestan “nada de satisfacciones”. Otros más afortunados, consiguen trabajar en otros estilos musicales bien sea por preparación académica o por virtuosismo…pero su bella tradición se queda en lontananza, sus padres ya no están, las fincas son peladeros, producto de inmisericorde explotación en que estamos todos los colombianos. No siendo esto caótico y degradante veo con preocupación cómo los emigrantes de lugares extraños, se convierten en un obstáculo más para mantener una identidad propia, los que vienen del campo llegan a la ciudad y como por arte de magia se desaparecen en esta mole bien sea por ese fenómeno que llaman aculturación o por un mero desconocimiento de esta terrible realidad.
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Con el nuevo régimen de vida mis observados procuran mantener por lo menos unos encuentros con sus pares y sienten cómo, ni en sus lugares de origen se vive el folclore como tal, se han venido perdiendo esas coplas, piquerías, contrapunteos y trovas y en su reemplazo llega el bum de dinero, de la exposición, de los que la publicidad monta como representantes y hasta con un presidente que ama el “folclore de Juanes”…es por esta razón que muestro caras que reflejan sentimientos encontrados, un mundo en donde nuestra cultura e identidad cada día se parece más a la del Narco o a la del Doctor Político.
Observo como hasta los rasgos que identifican a nuestros pueblos ya son tan similares, que ni nos acordamos que estamos en un país pluriétnico…ya todos somos parecidos a los estereotipos propuestos en la sociedad, mejor dicho ya los artistas se identifican más con el “yo me llamo”.
Cada palabra, cada emoción, cada color, cada imagen y en general cada todo lo que los observados intercambian conmigo, no es más que un relato de vida, una autobiografía en la que la evocación de la menoría se parece más a ese bello termino del portugués “saudade”, esta ausencia de felicidad que está acompañada de la esperanza de “volver” como dice un tango, de recorrer un “mi llano que lindo es”, de sentir el sabor de un capón de ahuyama o un buen pedazo de pecho en vara y esto me proporciona conocimiento y la posibilidad de contar sobre bases solidadas, la necesidad de plantear a todos mis lectores un detallado informe , que no puedo desarrollar únicamente de forma escrita, me quedaría corto en el texto, cuando sé que la necesidad de expresar está represada en sus mentes, pero que alguna forma hay que narrar.
En este relato, hago énfasis en la pérdida de identidad cultural con la esperanza, de en otro momento poder hacer otra etnografía que me permita reivindicar a mis observados y que, el folclore de sus tierras vuelva a ser contado y cantado con ese estilo literario propio de ellos, sé que ese día esa cerca, que la ciudad no lo es todo, que en el campo está la solución a este conflicto de identidad que tanto daño nos hace y como dice el pariente “pa´lante, que pa´atrás asustan”.